lo de los castillos o de bañeras increiblemente llenas de musgo.
La conciencia olvida que la opacan los faroles, los olores, el mundo próximo.
Entramos conteniendo la respiración, mirando a los ojos.
Llevabas un brillo tan especial esa tarde que creí que iba a perderlo todo si no seguías buceando en mi pupila, pintandome las mejillas (como si en realidad te costara).
No entiendo si estamos caminando tan lento que me queman las ansias, no entiendo pero se que prefiero esperar a que desaparescas y te conviertas en mi mar.
Está llegando el tren.